RESUMEN
El 10 de diciembre de 2024 se cumplió un año de la asunción de Javier Milei a la presidencia de la República Argentina. Desde aquel día, ha brindado claros indicios de querer forjar una política exterior decididamente distinta -en cuanto al fondo y las formas- a la ejercida por administraciones anteriores.
Una vez electo, las señales emitidas por el flamante presidente hacia el sistema internacional -donde se cuentan, por ejemplo, los desplantes y agravios al presidente de Brasil, y la manifestación de la intención de trasladar la embajada Argentina en Israel a Jerusalén-, las decisiones relevantes en su primer mes de gestión -como la de retirar la solicitud de ingreso a los BRICS+- y hasta los discursos esgrimidos en ámbitos internacionales -con su encendido debut en Davos-, parecieron confirmar que (coherentemente con lo anunciado en campaña) la política exterior atravesaría este año una ruptura en relación al rumbo que ha tenido en las últimas décadas.
Enmarcado en lo que el gobierno plantea como una “nueva doctrina de política exterior”, podemos identificar en el devenir de los acontecimientos de los últimos 12 meses la combinación de elementos de ruptura de tradiciones diplomáticas, con algunas marchas y contramarchas, e incluso con una dosis de pragmatismo. Ante esta ambivalencia, el presente documento pretende ser un aporte para una discusión profunda -en perspectiva y evaluando los impactos en el corto, mediano y largo plazo- acerca del rumbo que está tomando la política exterior argentina y cuáles pueden ser sus resultados y consecuencias para el desarrollo futuro de nuestro país.
Con este objetivo se analizan los principales acontecimientos en materia internacional de este primer año de gobierno, abordando algunos de sus elementos destacados en 4 ejes centrales:
1) el posicionamiento adquirido ante la coyuntura internacional y la cosmovisión propuesta por la administración, en donde se reconoce como Argentina, ante un marco general de transición en términos económicos y geopolíticos -donde se evidencian las tensiones entre el multipolarismo y una nueva hegemonía- adoptó una impronta refundacional en su “nueva doctrina de política exterior”, basandose en el personalismo, la ideología y la religión y combinando una cosmovisión sobre-ideologizada y extemporánea -más acorde al mundo de la Guerra Fría- con elementos del choque de civilizaciones y una dosis de pragmatismo;
2) la tendencia al hiper-occidentalismo, expresado en el vínculo con Estados Unidos e Israel, se materializa en el abandono de la autonomía, el alejamiento del multilateralismo y la tensión con países de la región, rompiendo con ciertos “mínimos comunes” de la tradición diplomática argentina, como por ejemplo en la cuestión Malvinas, en donde el saldo de este primer año ha sido claramente negativo, con una pasividad prácticamente inédita en la historia, al tiempo que el accionar británico afianzó su control sobre el territorio y el espacio marítimo;
3) las tensiones en el vínculo con Brasil, en tanto principal socio regional, se materializaron en la relación entre ambos mandatarios que ha estado signada por la persistencia declaraciones cruzadas y gestualidades de distanciamiento, conviviendo con algunos puntos de cooperación en el marco del trabajo realizado por las cancillerías;
4) el ambivalente posicionamiento de cara a la República Popular China estuvo condicionado por la retórica de campaña y provocaciones iniciales, y, aunque encontró puntos de pragmatismo, tensiona con la agenda vital del gigante asiático, y el alineamiento incondicional de Argentina con occidente puede transformarse en el futuro en un elemento de distanciamiento que va en el sentido contrario al de la profundización del vínculo en términos políticos y económicos de las últimas décadas.
En definitiva, si bien hay elementos objetivos para establecer que en términos generales Argentina está tomando un camino arriesgado y debilitando su posición en muchos frentes del plano internacional, posiblemente recién en los próximos años se evidencie el rédito o las consecuencias que pueden traerle al país en materia de inserción internacional este perfil nuevo y este marco (no tan nuevo) de alianzas.



