El pasado 9 de junio el presidente Javier Milei arribó a Israel por segunda vez en lo que va de su mandato, donde sostuvo una intensa agenda de actividades: se reunió con el presidente Isaac Herzog y el primer ministro Benjamin Netanyahu, recibió el “Premio Génesis” en el marco de su disertación en el parlamento -convirtiéndose en el primer no judío y en el primer jefe de Estado en recibirlo-, y realizó una serie de actividades con familiares de las víctimas del ataque por parte de Hamas en 2023.
Lejos de ser una visita de Estado más, esta última representa -en un contexto particular para Israel- un gesto de gran importancia en el posicionamiento del gobierno argentino hacia quien definió como uno de sus principales aliados en el marco de la “nueva doctrina de política exterior”, que se suma a otros tantos ya realizados desde el inicio de esta administración.
El panorama geopolítico en Medio Oriente está marcado por una compleja red de conflictos interestatales, el accionar de actores no estatales, tensiones sectarias y religiosas, rivalidades regionales y la intervención de potencias globales. En este marco, el conflicto Palestino-Israelí constituye uno de los principales focos de tensión, aunque dista de ser el único. También destacan la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita, la presencia creciente de grupos yihadistas y otras organizaciones armadas, la intromisión de potencias como Estados Unidos, China y Rusia. Estos factores entrelazados convierten a la región en una de las más inestables del planeta.
A la ofensiva israelí sostenida sobre la Franja de Gaza tras los ataques de Hamas en octubre del 2023, la cual trajo aparejada denuncias de bloqueo de ayuda humanitaria, exterminio y ataque a objetivos civiles e incluso genocidio por parte de distintos actores de la comunidad internacional, se suma el conflicto entre Israel e Irán que se intensificó a lo largo del 2024 y, sin ir más lejos, esta atravesando en este momento una nueva escalada.
En este contexto, resulta necesario analizar en profundidad los posicionamientos adoptados en el marco de la política exterior argentina hacia los actores de la región y dimensionar sus implicancias.
Desde su asunción en diciembre de 2023, el gobierno argentino ha planteado un giro drástico en materia de política exterior, caracterizado por un alineamiento explícito e incondicional con Occidente, fundamentalmente con Estados Unidos e Israel. Esta re-orientación representa una ruptura significativa en varias dimensiones de la tradición diplomática argentina, históricamente caracterizada por un enfoque más equidistante y pragmático en sus relaciones exteriores, algo que se evidencia particularmente en la vinculación con la región de Medio Oriente.
Una de las primeras señales en este sentido fue el prematuro viaje del presidente a Tel Aviv y Jerusalén, en febrero de 2024. Allí, se reunió con Netanyahu y visitó el Muro de los Lamentos -lugar donde lloró visiblemente emocionado-, a menos de dos meses de haber asumido la presidencia. En estos gestos, cargado de simbolismo, puede leerse una intención de estrechar lazos con Israel desde una perspectiva no solo política, sino también personal y religiosa.
Es de público conocimiento que en el plano personal, a pesar de ser católico, el presidente tiene una estrecha relación con el judaísmo, que demostró a través de distintas acciones y declaraciones a los medios. En este sentido, ha manifestado su “fanatismo” y “admiración profunda” hacia el Estado de Israel[1] e incluso ha expresado públicamente la intención de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, desoyendo el consenso internacional —con Naciones Unidas a la cabeza— de considerar a este espacio como un territorio en disputa y bregar por una solución negociada entre israelíes y palestinos.
Ni bien aterrizó en el aeropuerto de Ben Gurion en esta última visita, declaró a quienes se agruparon para recibirlo: «Quiero que sepan que todo lo que hago por Israel lo hago de corazón, porque creo que es la causa justa de Occidente«[2], frase que repetiría en su declaración junto al presidente Herzog. Esto corrobora, una vez más, la existencia de un lazo profundamente emocional del primer mandatario argentino con el Estado de Israel y con el judaísmo.
En este punto cabe preguntarse: ¿en qué medida inciden las preferencias personales religiosas del presidente con el posicionamiento que ha adoptado Argentina hacia Israel y particularmente ante el conflicto palestino-israelí en disidencia con gran parte de la comunidad internacional?
Más allá del valor simbólico de estas visitas y gestualidades, el objetivo de este artículo es analizar los principales aspectos de la política exterior actual hacia el Estado de Israel y reflexionar sobre las implicancias de un alineamiento irrestricto -en un contexto internacional cada vez más volátil e incierto-, y sobre los motivos detrás de este posicionamiento.
La tercera posición como principio de Política Exterior
En su primer discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en septiembre de 2024, Milei dejó claro que su política exterior pretende la ruptura de ciertas tradiciones como la neutralidad ante conflictos internacionales: «A partir de este día, sepan que, la República Argentina, va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad«[3].
Ahora bien, para hablar de una verdadera ruptura en política exterior es importante poner en valor aquellas tradiciones que han caracterizado el posicionamiento internacional de la Argentina: en qué escenarios se consolidaron, bajo qué fundamentos, y por qué perduran en el tiempo. Entre ellas, destaca la posición de neutralidad ante conflictos internacionales.
Salvo por el caso excepcional de la Guerra de Malvinas, Argentina ha procurado mantenerse al margen de enfrentamientos bélicos con o entre potencias. Esta postura de neutralidad y autonomía diplomática tiene sus raíces en las guerras mundiales —cuando el país se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial y gran parte de la Segunda—, y durante la Guerra Fría adquiere el formato de la llamada “tercera posición” impulsada y conceptualizada por el presidente Juan Domingo Perón.
Esta posición permitió a la Argentina mantener una identidad política y económica, alejada de las tensiones ideológicas de la época y de los intereses de las potencias: su principio rector fue la no alineación, con la que se buscó mantener relaciones diplomáticas equilibradas, sin la necesidad de comprometer la autonomía nacional, priorizando toda cooperación beneficiosa para el país.
Aunque su origen se asocia al peronismo, esta doctrina trascendió los lineamientos ideológicos y se mantuvo como eje vertebrador de la política exterior durante distintos gobiernos. Así lo demuestra, por ejemplo, la gestión de Raúl Alfonsín tras el retorno a la democracia, quien impulsó una política exterior orientada a la construcción de un orden internacional basado en la paz, la cooperación y el respeto al derecho internacional.
Recuperar aquellas doctrinas sobre las que se asentó la política exterior argentina durante gran parte de su historia, es fundamental para pensar una inserción inteligente y acorde a las posibilidades del país en el escenario actual.
La política exterior del gobierno actual
Tras la asunción de Javier Milei en diciembre de 2023, la política exterior argentina adoptó una postura definida de alineamiento con los países pertenecientes al mundo occidental y con su universo de valores. Así lo evidencian su acercamiento a Estados Unidos e Israel y el rechazo al ingreso al bloque de los BRICS lo cual no solo representó un alejamiento del multilateralismo, sino también una oportunidad perdida en términos estratégicos para el fortalecimiento del reclamo argentino sobre las Islas Malvinas.[4]
Esta orientación ha sido interpretada por diversos analistas como un caso de hiper-occidentalismo, una postura que, lejos de ampliar las opciones estratégicas del país, podría conducir a una forma de autoaislamiento internacional. Dicha estrategia implica un alejamiento del multilateralismo tradicional y una renuncia tácita a la búsqueda de equilibrios entre potencias, lo cual pone en riesgo tanto los vínculos bilaterales como la autonomía estratégica del país.
Un ejemplo claro de esta tendencia es el manejo del conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas en el que se identifica un franco retroceso. Un reclamo, históricamente central en la política exterior argentina, que ha sido relegado a un segundo plano en función de una aproximación amistosa hacia el Reino Unido.
Otras posiciones adoptadas históricamente que se han distanciado del no alineamiento -como aquella implementada durante el menemismo- se sustentaban en una lectura más realista y pragmática sobre el lugar de Argentina en el sistema internacional. El realismo periférico propuesto por Carlos Escudé sostenía que las alianzas debían ser tácticas y pragmáticas, reconociendo las limitaciones estructurales de un país endeudado, del Tercer Mundo y sin capacidad militar disuasiva. En este marco, el alineamiento no se consideraba intrínsecamente negativo, pero debía ser estratégico, selectivo y subordinado al interés nacional, evitando compromisos incondicionales. La política exterior del gobierno actual plantea, en cambio, una “disposición a la concesión sin una contrapartida”[5].
El vínculo Argentina-Israel en la historia reciente
El vínculo entre Argentina e Israel tiene raíces profundas en términos culturales y comerciales que anteceden a la creación del Estado de Israel en 1949. Por ejemplo, producto de distintas oleadas migratorias actualmente, Argentina cuenta con la comunidad judía más grande de América Latina, y en términos comerciales el vínculo ha sido dinámico, sobre todo en las últimas décadas -superavitario para Argentina- y cuenta con un tratado de libre comercio vigente en el marco del Mercosur a partir del año 2011.
En términos políticos Argentina se posicionó como uno de los países latinoamericanos pioneros en establecer relaciones diplomáticas, de manera temprana en 1949, tras la creación del Estado de Israel impulsada por la ONU[6]. Si bien Argentina se abstuvo en la votación del plan de Partición de Palestina (1947), una vez dividido el territorio se envió un embajador a Tel Aviv, estableciendo así un vínculo bilateral desde los inicios del nuevo Estado.
Décadas más tarde, en 1991, Carlos Menem sería el primer presidente argentino en realizar una visita de Estado, en el marco de su política de “alineación internacional”, orientada a estrechar lazos con EEUU e Israel como parte de una reorientación ideológica y geopolítica. A priori se podría observar aquí cierta similitud con la postura del gobierno actual.
Durante su mandato ocurrieron dos hechos que marcaron un antes y un después en la historia reciente del país: el atentado a la embajada de Israel (1992) y el atentado a la AMIA (1994) ambos atribuidos al grupo Hezbolá con apoyo de Irán, como parte de una reorientación ideológica y geopolítica como parte de una reorientación ideológica y geopolítica según lo determinado por la Corte Suprema de Justicia argentina. Aunque no existe evidencia concluyente que vincule directamente estos hechos con decisiones de la administración Menem, algunos analistas los interpretan como posibles represalias por el acercamiento de Argentina al eje occidental. Jorge Elbaum, autor de Efecto Nisman establece que: “países árabes como Libia, Irán y Siria habían aportado varios millones de dólares a la campaña de Menem”[7] y luego los traicionó a pedido de EEUU, discontinuando el acuerdo firmado (en el mandato anterior) sobre uranio enriquecido. Además, él mismo Menem reconoció en una entrevista que los ataques pudieron haber sido a causa de: “el envío de las naves argentinas al Golfo con motivo de la invasión de Irak a Kuwait»[8]. Con el interés de reforzar la coalición liderada por EEUU en la guerra del Golfo.
Durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, las relaciones con Israel se vieron tensionadas a raíz de la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán para la investigación del atentado a la AMIA (declarado inconstitucional por la Corte Suprema en 2014). Este acuerdo generó un fuerte rechazo en el Estado israelí y marcó un distanciamiento diplomático, que se profundizó tras la muerte del fiscal Alberto Nisman en 2015 .
El posterior presidente Mauricio Macri, adoptó una politica pro-Israel y recibió al primer ministro Benjamin Nethanyahu —la primera visita oficial de un jefe de Estado israelí a la Argentina— con el objetivo de fortalecer los vínculos diplomáticos y comerciales.
Por su parte, el gobierno de Alberto Fernández, quien optó por Israel como destino de su primer viaje oficial en enero de 2020, mantuvo una política de bajo perfil caracterizado por cierto equilibrio diplomático, alineado al posicionamiento mayoritario en Naciones Unidas: Argentina condenó tanto los ataques del grupo Hamas en octubre de 2023 contra la población israelí, como la represalia de Israel en Gaza exigiendo el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario.
En síntesis, las relaciones con Israel en la historia reciente fueron sostenidas por los distintos gobiernos aunque identifican una oscilación constante entre una postura más alineada y una más equidistante, enmarcada por los vaivenes ideológicos y por la política exterior de cada gobierno. Sin embargo, aunque el vínculo bilateral ha estado lejos de ser lineal, no se había evidenciado hasta el momento un posicionamiento tan parcial como el que distingue al gobierno actual, que representa un punto de inflexión en la tradición diplomática argentina. Esta postura responde a una estrategia internacional que prioriza una inserción selectiva, ideologizada y sin matices, cuyas implicancias aún están por verse.
Si bien es posible identificar diversos acercamientos entre los gobiernos argentinos anteriores y el Estado de Israel, la gran diferencia con la administración actual radica en la naturaleza del apoyo. En los casos previos, dicho vínculo respondía a una lógica pragmática y diplomática, con un tono moderado y orientado a objetivos estratégicos concretos. Se trataba de alineamientos condicionados por intereses nacionales y delimitados por las circunstancias del contexto internacional, lejos del apoyo explícito, ideológico e incondicional que caracteriza al posicionamiento actual.
En definitiva, podemos sostener que el acercamiento a Israel no es una novedad en la política exterior argentina. La verdadera novedad reside en el tipo de vínculo que se promueve: un alineamiento incondicional, con fuerte carga simbólica e ideológica, enmarcado en una lógica de hiper-occidentalismo que deja atrás los patrones pragmáticos y estratégicos que caracterizaron la relación bilateral en el pasado.
El vínculo Argentina-Israel en la administración Milei
La administración Milei ha ubicado en un lugar prioritario de su política exterior el vínculo con Israel, y se posiciona como un aliado incondicional. Además, ha tomado partido de forma explícita en el conflicto en Gaza, marcando un quiebre respecto de la tradición diplomática argentina, históricamente más cautelosa y equilibrada frente a escenarios de alta conflictividad[9].
En ejercicio de la presidencia, Milei ha manifestado en reiteradas oportunidades una “profunda admiración”[10] por Israel y su voluntad explícita de alineamiento. Por ejemplo, ante la embajada israelí mencionó: “He priorizado nuestro vínculo con Israel, llevándolo a un nivel que nunca antes se había logrado. Celebro la gran labor que nuestra Embajada en Israel está realizando para dicho fin”[11]. En aquella misma oportunidad el embajador argentino en Israel, Axel Wahnish -rabino a quien el presidente definió como su guía espiritual- reforzó dicha posición: “Argentina fue durante 74 años un socio de Israel, pero hoy, gracias a la firme decisión del Presidente, nos hemos convertido en un amigo incondicional. Los verdaderos amigos se ven en los momentos difíciles, y el Gobierno argentino comprende que la lucha de Israel no es solo regional, sino una pelea entre la barbarie y la civilización”.[12]
Este inédito acercamiento también significó una ruptura en nuestra política exterior en cuanto a la tercera posición antes mencionada. El presidente argentino mostró su apoyo a Israel ante las denuncias internacionales de genocidio en la Franja de Gaza, lo que constituye uno de los aspectos más controvertidos de su política exterior. Mientras que gobiernos anteriores, sin importar su orientación, habían mantenido una posición de equilibrio y respeto por las resoluciones internacionales que reconocen los derechos del pueblo palestino, la administración actual ha optado por un respaldo casi acrítico al gobierno israelí, incluso durante episodios de alta tensión y violencia, como los bombardeos sobre Gaza o las operaciones militares en Cisjordania.
La postura oficial no solo compromete la tradición diplomática argentina, sino que debilita su capacidad para ejercer un rol mediador o constructivo en foros multilaterales. Además, aleja al país de socios estratégicos del Sur Global, que han manifestado su apoyo a la causa palestina en diversos espacios internacionales.
Asimismo, y como se mencionara con anterioridad, el gobierno, manifestó nuevamente en esta última visita el compromiso de trasladar la embajada Argentina a Jerusalén, la cual es reconocida por el presidente Trump como la capital de Israel. Esta acción se erige hoy en día como uno de los ejes del conflicto Israel-Palestina, condenado enérgicamente por el gobierno de la Autoridad Palestina y Hamas.
La estrategia del gobierno actual implica riesgos geopolíticos considerables, pudiendo traducirse en la pérdida de mercados para productos argentinos, en particular del agro. Además, un enfoque binario de “amigos” y “enemigos” en la política exterior reduce la flexibilidad diplomática necesaria para actuar con autonomía en un mundo multipolar.
Incluso el pasado 5 de marzo, Milei se posicionó (en concordancia con EEUU e Israel) ante la Asamblea General de la ONU en contra de la resolución impulsada por Bahrein en honor al día de la coexistencia pacífica[13], la cual fue apoyada con 161 votos positivos.
Tras el ataque de Irán y Hezbolá contra Israel en abril del 2024, el presidente argentino decidió crear dos comités de crisis[14] y recibir al presidente del parlamento del Estado de Israel y su embajador, cancelando su gira internacional y expresando su solidaridad con la nación hebrea. La finalidad del comité interno fue la protección de las comunidades judías, en cuanto al externo como un canal informativo de otros países para estar al tanto de los ataques.
En relación a Palestina, en mayo del año pasado la Argentina se manifestó en contra de la resolución impulsada en la ONU por los países árabes, Nicaragua y Venezuela, para declarar a Palestina como miembro de la ONU. Milei establecio que frente al terrorismo de Hamas “tomar partido no es una opcion sino, una obligacion moral”[15]. Aunque, de igual forma la resolución se aprobó con 143 votos a favor y 9 en contra.
A su vez, se posicionó en contra de la resolución impulsada por la ONU, en la que se exigía que Israel pusiera fin a la presencia ilegal en la Franja de Gaza y Cisjordania en el transcurso de un año. Ante esto, Milei anunció frente a la 79º asamblea general de la ONU que “A partir de este día, sepan que, la República Argentina, va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad”[16]. Una vez más a contramano de gran parte de la comunidad internacional (124 países que votaron a favor).
Durante su última visita, además de recibir el premio “ Genesis”, el presidente argentino suscribió con Netanyahu un “Memorando por la Democracia y la Libertad”, que constituye una declaración de principios que promueve la cooperación entre ambos países para enfrentar el terrorismo internacional y el antisemitismo, y anunció tanto la decisión de trasladar la embajada Argentina de Tel Aviv a Jerusalen como la habilitación de un vuelo directo Tel Aviv-Buenos Aires.
Esta política exterior plantea el dilema de lo que históricamente ha implicado el alineamiento incondicional con el mundo occidental: subordinarse a sus intereses estratégicos y económicos, y el conflicto generado con los propios recursos y objetivos nacionales.
El lugar de la religión en la Política Exterior
En trabajos previos, desde Fundación Poliedro se ha identificado como un elemento característico de la política exterior del gobierno actual la concepción de un mundo donde la religión ocupa un lugar central en la política exterior.[17]
Esto supone que más allá de la importancia que un presidente puede otorgarle a la religión en el plano personal, estos inciden en las definiciones de Política Exterior y se expresan en posicionamientos propios de lo que Juan Gabriel Tokatlian denomina una política exterior teocrática, es decir, una postura internacional en la que el dogma dicta la política: “En lo que hace al papel específico de las personas en la cúspide poder, se subraya el rol de un mapa cognitivo en el que el fervor religioso explica la visión del individuo, la sociedad y el mundo. Una suerte de código operativo informa las preferencias del líder, así como sus desvelos y fanatismos. Se entiende que las estructuras institucionales y estatales constriñen el comportamiento arbitrario o excesivo de esos mandatarios, pero, en su ausencia o debilitamiento, el presidente no solo influye decisivamente, sino que determina a rajatabla el rumbo a seguir en el frente externo, ya sea mediante anuncios, acciones y/o votaciones”.[18]
Además de las declaraciones mencionadas que hacen referencia a su fanatismo y su profunda admiración por Israel, son muestra de pregnancia del componente teocrático sus recurrentes referencias bíblicas en sus posicionamientos en organismos internacionales -como por ejemplo su cita en la Asamblea General de Naciones Unidas a la “profecía de Isaías”-, así como la designación de Gerardo Werthein como embajador en Estados Unidos y luego como Canciller, quien juró por «Dios, la Patria y sobre la Torá” siendo la primera vez que un funcionario jura con una alusión al libro sagrado de la religión judía.[19]
En el plano personal, a pesar de ser católico, ha demostrado su estrecha relación con el judaísmo en los últimos años y su voluntad de convertirse a dicha religión. En el 2021, Milei declaró: “Estoy pensando en convertirme al judaísmo y aspiro a llegar a ser el primer presidente judío de la historia argentina”. En abril del 2023 reafirmó que “no lo descartaba”; sin embargo, en julio analizó que en el caso de ser presidente algunas cuestiones lo harían incompatible. En reiteradas oportunidades, Milei señaló a Moisés como su “máxima referencia” por su “humildad infinita” y reveló que lee la Torá todos los días “estudiando el texto y sus interpretaciones”.[20]
En este sentido, tambien puede mencionarse su primer viaje como presidente electo, en diciembre de 2023, al distrito de Queens, en Nueva York, donde visitó la tumba del rabino Menachem Mendel Schneerson, conocido como “el rebe de Lubavitch”, uno de los líderes judíos más importantes del siglo XX.
Las reiteradas referencias por parte del presidente a un mundo análogo al de la contienda bipolar de la Guerra Fría, se combina entonces con elementos de la concepción de Huntington del choque de civilizaciones, donde las tradicionales confrontaciones interestatales dominadas por razones económicas e ideológicas dan paso a conflictos civilizacionales marcados por una diversidad cultural caracterizada por rasgos antagónicos. Según este autor, distintos factores inciden en el choque de civilizaciones, aunque el factor más importante es la religión.[21]
Estructurar la política exterior en torno a este tipo concepciones nos aleja de la posibilidad de actuar desde el pragmatismo que requiere -y que habilita- la coyuntura internacional actual para perseguir el propio interés Nacional, particularmente cuando el diseño la misma se ve atravesado por improntas excesivamente personalistas.
Repensar los alineamientos en torno al interés Nacional
En lugar de actuar como un actor autónomo que promueve el diálogo, el multilateralismo y el respeto al derecho internacional, la Argentina limita el margen de acción de su política exterior convirtiéndose en un socio incondicional de una potencia en conflicto, sin capacidad de formular una voz propia ante hechos graves que afectan a la paz y los derechos humanos, y aún con ignotos beneficios para el interés Nacional. Decisión que además se ve impregnada por las preferencias ideológicas y religiosas del presidente que manifestó estar atravesando un proceso personal de conversión al judaísmo.
Esta actitud puede tener consecuencias negativas tanto en el plano diplomático como en el económico, al limitar el margen de maniobra frente a cambios en el contexto internacional y al deteriorar la imagen del país en foros donde se valoran la neutralidad y la coherencia ética.
Por otra parte, al subordinar la política exterior a afinidades ideológicas y religiosas, el gobierno corre el riesgo de desdibujar los intereses nacionales en favor de una agenda internacional que no siempre se alinea con las prioridades argentinas. El rol de la política exterior no es simplemente “elegir bando”, sino construir puentes, defender los derechos de los pueblos —incluido el palestino— y garantizar que la voz del país tenga peso y legitimidad en la comunidad global.
En este sentido, cabe preguntarse: ¿qué gana realmente la Argentina con un alineamiento incondicional con Israel? ¿Y qué pierde al renunciar a su tradición diplomática de equilibrio, respeto al derecho internacional y defensa de los derechos humanos? Hasta el momento, los posibles costos parecen exceder posibles beneficios.
En tiempos de inestabilidad global, mantener una política exterior coherente, soberana y fundamentada en principios éticos parece ser una necesidad más urgente que nunca.
A su vez, deberían tenerse en consideración las consecuencias de tal alineamiento sin matices en términos de proteger a la población que ya ha sido blanco de atentados debido a conflictos externos, como lo fueron los casos de la embajada de Israel y la AMIA.
En conclusión, la política exterior argentina debería estar irrestrictamente centrada en la persecución de intereses nacionales, en lugar de una adhesión automática a los intereses ajenos, se debería priorizar el diálogo, el respeto al principio de no intervención y la protección del pueblo argentino como de sus recursos estratégicos, indispensables para el desarrollo soberano del país.
Anexo
| Diciembre de 2023 | Previo a su asunción presidencial, Milei mantiene una llamada telefónica con el primer ministro israeli Benjamin Netanyahu, quien lo felicito por su victoria en las elecciones y donde Milei se declaro ser fanatico de Israel (Enlace Judío, 04/12/23). |
| Febrero de 2024 | Milei viajó a Israel, en donde se reunió con el primer ministro israeli a quien le expresó su intención de trasladar la embajada Argentina de Tel Aviv a Jerusalén. Reiterando su condena hacia Hamas (Presidencia de la Nación, 07/02/2024). |
| Abril de 2024 | Ante los ataques perpetrados hacia Israel Milei decide crear dos comités de crisis en Argentina (La Cien, 13/04/24). |
| Mayo de 2024 | El presidente argentino se manifestó en contra de reconocer a Palestina como miembro pleno de la ONU y ratificó su alineamiento hacia EEUU e Israel (Infobae, 05/10/24). |
| Julio de 2024 | En conmemoración del atentado a la AMIA, Milei promete destinar más recursos para continuar las investigaciones (Reuters, 18/07/24). |
| Septiembre de 2024 | Ante la 79ª asamblea general Milei da su primer discurso en donde señala que: «(…) la República Argentina, va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad” (Casa Rosada, 24/09/24). |
| Noviembre de 2024 | Se avanza en un memorándum de entendimiento con Israel en defensa de la libertad, la democracia y la lucha contra el terrorismo (Presidencia de la Nación, 21/11/24). Ese mismo mes Milei participó de un evento el cual celebró la relación bilateral y se tocaron cuestiones comerciales, culturales y científico-tecnológicas (La Nación, 21/11/24). |
| Diciembre de 2024 | Se celebró el 75ª aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambos países, donde Milei reafirmaría su postura frente a la lucha contra el terrorismo y la promocion de los “valores democraticos” (Infobae, 12/12/24). |
| Enero de 2025 | Milei ganó el premio Genesis, considerado el “Nobel Judio”. El cual es entregado por primera vez a un jefe de Estado y siendo donado a la lucha contra el antisemitismo (Infobae, 14/01/25). |
| Marzo de 2025 | Argentina rechazó en la ONU una resolución por la paz mundial junto a EEUU e Israel (La Nación, 06/03/2025). |
| Junio de 2025 | Milei anuncia en Parlamento Israeli que en 2026 trasladará embajada argentina a Jerusalén (Infobae, 11/06/2025). |
Notas
[1] Enlace Judío (04/12/2023). “Un verdadero amigo del pueblo judío”: Netanyahu habla con Milei, lo invita a visitar Israel.
[2] Clarín (09/06/2024). Milei llegó a Israel y visitó el Muro de los Lamentos antes de encarar la agenda más ambiciosa de su extensa gira.
[3] Casa Rosada (24/09/2024). Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei, en el debate general, del 79 Período de Sesiones, de la Asamblea General de Naciones Unidas, Nueva York, Estados Unidos.
[4] Fundación Poliedro (2024). El mundo según Milei ¿hacia una nueva doctrina de política exterior? Análisis del primer año de gestión. Dirección de Política Exterior y Defensa Nacional. Fundación Poliedro. Diciembre, 2024.
[5] Busso, A. (2024). La política exterior de Javier Milei frente a Estados Unidos: un escenario de múltiples acoplamientos. Anuario en Relaciones Internacionales 2024. Departamento de América del Norte.
[6] Observatorio de Política Exterior Argentina (24/10/2023). El vínculo bilateral entre Argentina e Israel.
[7] Provincia Radio (26/07/2021). Jorge Elbaum afirmó que los atentados fueron una respuesta de países árabes a las traiciones de Menem.
[8] Clarín (17/03/2024). Atentados: Menem admitió vínculos con su política exterior.
[9] Botta, P. (2024). Postura Argentina ante el conflicto en Gaza. Foro int vol.64 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2024.
[10] EFE: (14/01/2025). Javier Milei es galardonado con ‘premio Nobel judío’ por su apoyo a Israel.
[11] Cancillería (16/12/24). El mensaje del Presidente Milei en el aniversario de las relaciones diplomáticas entre Argentina e Israel: “El silencio es cómplice”. Información para la Prensa N°: 569/24.
[12] Cancillería (16/12/24). El mensaje del Presidente Milei en el aniversario de las relaciones diplomáticas entre Argentina e Israel: “El silencio es cómplice”. Información para la Prensa N°: 569/24.
[13] La Nación (06/03/2025). La Argentina rechazó en la ONU una resolución por la paz mundial y reforzó su alineamiento con Trump e Israel.
[14] La Cien (13/04/2024). Javier Milei creó dos comités de crisis tras los ataques de Irán y Hezbollah contra Israel.
[15] Infobae (10/05/2024). Giro diplomático: Argentina rechazó declarar a Palestina miembro pleno de la ONU y ratificó su alineamiento con EEUU e Israel.
[16] Casa Rosada (24/09/2024). Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei, en el debate general, del 79 Período de Sesiones, de la Asamblea General de Naciones Unidas, Nueva York, Estados Unidos.
[17] Casa Rosada (24/09/2024). Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei, en el debate general, del 79 Período de Sesiones, de la Asamblea General de Naciones Unidas, Nueva York, Estados Unidos.
[18] Cenital (13/05/24). Las tres fuentes de la política exterior de Javier Milei. Por Juan Gabriel Tokatlian.
[19] Fundación Poliedro (2024). El mundo según Milei ¿hacia una nueva doctrina de política exterior? Análisis del primer año de gestión. Dirección de Política Exterior y Defensa Nacional. Fundación Poliedro. Diciembre, 2024.
[20] Perfil (29/01/2024). Por qué Milei no puede convertirse al judaísmo: el obstáculo del shabat.
[21] Fundación Poliedro (2024). El mundo según Milei ¿hacia una nueva doctrina de política exterior? Análisis del primer año de gestión. Dirección de Política Exterior y Defensa Nacional. Fundación Poliedro. Diciembre, 2024.



