El pasado 2 de abril se conmemoró el Día de los Veteranos y Caídos en la Guerra de Malvinas, a 42 años del inicio de la contienda entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Independientemente de los actos protocolares oficiales, este nuevo aniversario quedó signado por haberse desarrollado en el marco de una nueva gestión que, aunque iniciada hace apenas unos meses, ha brindado claros indicios de querer forjar una política exterior decididamente distinta -en cuanto al fondo y las formas- a la ejercida por administraciones anteriores.
Esto confirma una tendencia inquietante en la vida política del país, donde en los últimos años se ha evidenciado que la única constante siempre es el cambio. El carácter pendular con que se ejerce la conducción deja entonces de ser un atributo excluyente de la política en el plano nacional para serlo también de la política exterior, arena donde la ambivalencia se paga caro y el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas acostumbra a empantanarse.
Crónica de una agenda anunciada
Desde el 10 de diciembre de 2023, el nuevo gobierno le imprimió a la política exterior argentina una posición subordinada a los designios ideológicos del primer mandatario que, pese al poco tiempo transcurrido, se consolida vertiginosamente a medida que atestigua los acontecimientos más recientes de la política internacional. El alejamiento de las posturas más tradicionales de la diplomacia vernácula comenzaron a evidenciarse desde el minuto cero del traspaso presidencial, al contar el evento inaugural con algunos invitados que no precisamente oficiaban con las investiduras estatales, sino que más bien representaban expresiones políticas contrarias a las oficialidades de sus propios países, y que estaban claramente alineadas a la cosmovisión del flamante presidente, tales los casos del bolsonarismo de Brasil y de los líderes de Vox, el partido español de extrema derecha que salió tercero en las últimas elecciones. Una rareza que hubiese pasado desapercibida si no se tratara de dos países históricamente gravitantes en términos relacionales de la Argentina con la región y el mundo.
Asimismo, esta suerte de paradiplomacia partidaria -impartida ahora desde el propio Estado- cobró notoriedad en enero, en virtud del primer viaje internacional de Javier Milei como presidente de la Nación. En su discurso ante los líderes y empresarios congregados en el Foro de Davos, explayó su diatriba contra un mundo con características más parecidas al de los tiempos de la guerra fría que al actual, declarando que Occidente está en peligro, porque aquellos que supuestamente deben defender sus valores, se encuentran cooptados por una visión del mundo que –inexorablemente– conduce al socialismo.
Si bien desde hace unos años se vislumbra un escenario internacional de disputa hegemónica con desacoples comerciales en diversos segmentos productivos, y un retorno de los conflictos geopolíticos con Estados y ejércitos regulares como actores más relevantes, no existe situación alguna que reedite en términos sistémicos lo acontecido en los años previos a la caída del muro de Berlín.
La decisión de no formar parte del bloque BRICS -una oportunidad que se le había abierto al país a finales de la gestión anterior junto con otros países de los más diversos como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto e Irán-, había anticipado en diciembre la orientación política que el gobierno libertario intentaba imprimirle a su frente externo. Pese a contar este bloque con los dos principales socios comerciales de la Argentina -Brasil y China-, las motivaciones se fundaron en demostrar cierta aquiescencia a la política exterior estadounidense, sin necesidad de que el país del Norte asevere exigencia alguna vinculada a la posible incorporación.
Las sobreactuadas posturas respecto a los conflictos que se desarrollan en Europa y Medio Oriente, a favor de Ucrania e Israel respectivamente, explican por sí mismas el abandono de una política exterior autónoma consecuente con la tradición diplomática del país en conflictos internacionales, al tiempo que se aleja de su ámbito más cercano tensionando sus relaciones con los países de la región, como en los casos de Brasil, Colombia o México.
Esta reiterada referencia a un mundo análogo al de la contienda bipolar, tuvo su carácter performativo durante la agenda en Davos, en el marco del encuentro bilateral que el presidente mantuvo con el canciller britanico David Cameron[1]. El entusiasmo por brindar señales claras de alineamiento a Occidente primó por sobre la mesura respecto al diferendo que nuestro país mantiene con la potencia europea en relación a la soberanía de las Islas Malvinas. Los retazos del encuentro confirmaron que el nuevo gobierno busca promover la posición argentina desde una estrategia de acercamiento a la postura británica al contemplar también los intereses de los isleños, lo que implicaría un nuevo quiebre en la historia del reclamo, similar al de los períodos 1989-1999[2] y 2015-2019[3].
Al poco tiempo del encuentro, el canciller de Gran Bretaña e Irlanda del Norte viajó a las Islas, en lo que fue la primera visita de un funcionario de ese país en treinta años, y reivindicó la ocupación ejercida en el territorio. Ante esto, el gobierno argentino no emitió comunicado oficial alguno, como se acostumbró en gestiones anteriores ante cada aseveración británica en relación a Malvinas, y sólo se deslizó un irónico comentario de la canciller argentina desde su cuenta personal en la red social X. Fue la propia Diana Mondino la que se reunió con David Cámeron días después del suceso en el marco de la Cumbre de Cancilleres del G-20 realizada en Río de Janeiro, en donde según publicó el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio y Culto de la Nación, la canciller manifestó el malestar por aquella visita del funcionario británico y reafirmó los derechos de soberanía de la República Argentina en la Cuestión de las Islas Malvinas, destacando además que a pesar de esta situación, señalaron la relevancia de avanzar en la cooperación en áreas mutuamente beneficiosas.
Probablemente no resultase llamativa la última expresión del comunicado sino fuera porque, cuatro días después del encuentro bilateral, el Reino Unido estableció unilateralmente la extensión de 170.000 km2 adicionales sobre el límite de lo que este país denomina el Área Marítima Protegida de las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, imponiendo restricciones totales a la navegación y la pesca en buena parte del Mar Argentino[4]. Esta vez, la Cancillería argentina notificó una protesta formal ante la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR).
En un nuevo capítulo de este proceso, el 24 de septiembre, en el marco de la participación del Presidente Javier Milei en la Asamblea General de Naciones Unidas, las Cancillerías argentina y británica emitieron un comunicado de manera simultanea que -en lo que denomina una renovada etapa de la relación bilateral- materializa un claro retroceso de la posición Argentina.
En términos generales, el comunicado contiene tres elementos sustanciales: en primer lugar, retomar las negociaciones para finalizar la tercera fase del Plan Proyecto Humanitario desarrollado conjuntamente con la Cruz Roja Internacional (iniciado en 2012), lo que determina el fin de la identificación de los soldados argentinos sepultados en el Cementerio Argentino de Darwin; en segundo lugar acordar la reanudación de los vuelos semanales de San Pablo a las islas con una escala mensual en Córdoba, lo cual implica que Argentina sede una herramienta de negociación sin beneficio aparente; y por último, se estableció la necesidad de avanzar con medidas concretas en materia de conservación de pesquerías, lo cual beneficia exclusivamente a la explotación de la pesca controlada por los británicos.
Un entorno estratégico
Para dimensionar la importancia de atender a las cuestiones que van más allá de lo urgente, es preciso analizar con detenimiento aquellos factores estratégicos que dan sustento a lo que entendemos como una adecuada política exterior para la Argentina.
La renovada importancia que han adquirido los mares durante los últimos años en el escenario geopolítico mundial, a partir de la existencia de yacimientos petrolíferos, recursos ictícolas, biológicos y mineros -y la posibilidad tecnológica de ser explotados de manera rentable-, obliga a los Estados ribereños[5] a extender el control soberano sobre estos espacios y contar con la infraestructura financiera, científica y logística necesaria para ejercerlo[6]. Esta ponderación de los océanos, sumada al tradicional alcance de sus rutas comerciales, ha llevado a las potencias a revitalizar el poderío marítimo para poder afrontar los desafíos que impone la transición de la hegemonía del poder global.
Si bien buena parte de las tensiones se desarrollan asiduamente en otras latitudes, la creciente relevancia estratégica que el Atlántico Sur viene adquiriendo desde los últimos años, indica que este espacio dejará pronto de ser considerado como periférico o irrelevante para la dinámica del sistema global[7].
A estas apreciaciones se le debe sumar la preponderancia que tiene la Antártida, que ya se expresa por la intensificación de actividades científicas y el desarrollo de sistemas logísticos por parte de las potencias que, en buena parte, se destacan por su militarización. En este sentido, el caso británico es más que evidente: el reciente incremento de su gasto en Defensa destinado a Malvinas[8], incluyendo la optimización de la base militar en Monte Agradable, se suma al financiamiento del Blue Belt Programme destinado a brindar el sostén logístico necesario para la operatividad en sus dominios de ultramar, entre ellos el British Antarctic Survey. La importancia que viene adquiriendo el Sur Occidental se explica mayormente con el desvelo de Gran Bretaña por afianzar su influencia en estas latitudes, al tiempo que busca reubicar su posición estratégica en el mundo tras su salida de la Unión Europea.
Por otra parte, la presencia británica tiene un claro trasfondo económico. En 1985 Londres autorizó al gobierno de las Islas a explotar los derechos de pesca en los mares circundantes, lo que proporcionó a sus habitantes ingresos sustanciales que los ubica hoy entre las poblaciones de los países con PBI per cápita más altos del mundo. Al tradicional usufructo de la pesca con numerosos operadores británicos, se le suma el sostenido crecimiento de la explotación off shore de hidrocarburos, entre las que participan proyectos no solo del Reino Unido sino también norteamericanas y de otros países de Europa.
A su vez, Rusia procuró recientemente ir más lejos al desarrollar actividades de prospección directamente en el continente antártico, en las que descubrió importantes reservas de petróleo. Si bien estas actividades fueron realizadas en los mares de Amundsen y Ross -fuera del espacio que Argentina disputa con el Reino Unido y Chile-, están al margen del Tratado Antártico y su Protocolo Ambiental, y podrían ser un foco de tensión geopolítica para la gobernanza que rige el accionar en el continente.
Bajo este marco, no deja de ser osada la escena con que el presidente Javier Milei anunció de madrugada en la ciudad de Ushuaia la construcción de la Base Naval Integrada, junto a la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, dando lugar a especulaciones sobre la injerencia que podrían tener las Fuerzas Armadas norteamericanas sobre su financiamiento y funcionalidad. El hecho de que el evento se haya desarrollado apenas tres días después de la conmemoración del Día de los Veteranos y Caídos en Malvinas, y a sólo 671 km de las islas disputadas con el aliado especial de Estados Unidos, marca su trascendencia desde los puntos de vista histórico y geopolítico.
Según lo trascendido de las conversaciones previas mantenidas en la Casa Rosada entre la generala norteamericana, el Ministro de Defensa de la Nación y el Jefe del Estado Mayor Conjunto, la presencia de la funcionaria castrense en un anuncio de semejante envergadura se entiende con la intención de dar un mensaje hacia la región, motivada por la preocupación estadounidense ante una presunta proyección china en América Latina[9]. Asimsimo, es posible también asumir el interés de Estados Unidos por involucrar a las Fuerzas Armadas argentinas en la agenda de las denominadas nuevas amenazas (como el terrorismo y el narcotráfico) y delegar sus capacidades disuasivas al sistema de defensa norteamericano[10], intención que va en línea con lo que el gobierno argentino pretende para las cuestiones de defensa y seguridad, pero que no precisamente se condice con la misión primaria y esencial del instrumento militar que es la preparación para una defensa efectiva del territorio nacional.
Repensar Malvinas
Este complejo panorama expone a la Argentina ante el desafío -cada vez mayor- de hacerse de una hoja de ruta de mediano plazo con determinaciones y objetivos claros, capaces de adecuar el sostenido reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas en el ámbito diplomático a una agenda de desarrollo que articule a los más diversos actores, y contemple Fuerzas Armadas preparadas para dar cumplimiento a su misión principal: repeler toda agresión externa de origen estatal para garantizar la integridad territorial, la soberanía, la autodeterminación nacional, y la vida y libertad de sus habitantes.
Trabajar con criterios comunes en los distintos ámbitos de interacción con el entorno global, como el económico, el diplomático, y de defensa[11], puede otorgarle al país una relevancia singular en el escenario en cuestión, así como la facultad de lograr avances en objetivos destinados a contrarrestar la injerencia británica mediante el encarecimiento de sus acciones.
Es importante también estrechar los vínculos con la región, liderando la proyección hacia la Antártida de los países ribereños del Atlántico Sur interesados en fortalecer su presencia en el continente blanco, mediante la conexión de los puertos y puntos de acceso, el transporte, abastecimiento y mantenimiento de los pertrechos logísticos antárticos, así como también evitar disputas con potencias extrarregionales, y ser parte de un esquema de control oceánico más abarcativo. Por supuesto que, para todo ello, es vital la adquisición de nuevos buques, la mejora de infraestructuras portuarias, la creación del Polo Logístico Antártico en la ciudad de Ushuaia con recursos propios, y las posibilidades de efectivizar proyectos como los del Canal de Magdalena que busca asegurar una vía navegable desde Buenos Aires hacia el Sur del Mar Argentino.
Estas apreciaciones dan cuenta de la relevancia estratégica que tienen las Islas del Atlántico Sur para la Argentina y el desafío que implica la ocupación de facto por parte del Reino Unido, en tanto atenta contra el interés nacional de defender el territorio y hacer una presencia efectiva de sus espacios marítimos. Es por eso que la disputa por la recuperación del ejercicio pleno de la soberanía debe centrarse en contrarrestar el despliegue político, militar y económico británico con un estrategia que decididamente se oriente a garantizar la consecución de estos objetivos con la mayor autonomía posible.
En definitiva, entender a la Argentina como un país marítimo, con intereses estratégicos en las islas del Atlántico Sur y proyección antártica, implica ejercer políticas concretas que vayan más allá del legítimo reclamo de soberanía ante los organismos internacionales. Es importante así que las acciones llevadas a cabo se encuentren alineadas con los objetivos de política exterior y se circunscriban a un proyecto de desarrollo integral. Anclar esta idea a un planeamiento estratégico que contemple una política exterior autónoma y una política de defensa con más y mejores capacidades, resulta impostergable si se pretende afianzar la posición frente al resto de los actores intervinientes en el Atlántico Sur y la región antártica.
El camino emprendido hace apenas unos meses no parece ir en esta dirección, ni arroja indicios claros de mayores contribuciones a una política exterior soberana. La Cuestión Malvinas tiene que ser un activo estratégico de nuestro desempeño internacional, que respete las tradiciones diplomáticas que hacen al prestigio del país en el concierto de naciones y permita contemplar las dinámicas del sistema internacional en función a los intereses de la nación.
NOTAS
[1]https://www.infobae.com/politica/2024/01/17/con-agenda-abierta-javier-milei-se-reune-en-davos-con-david-cameron-para-activar-la-relacion-bilateral-con-gran-bretana/
[2] La Cuestión Malvinas durante la presidencia de Carlos Menem estuvo signada por la fórmula jurídico-política conocida como “paraguas de la soberanía”, la cual consistió en el establecimiento de acuerdos entre Argentina y Gran Bretaña para estrechar sus vínculos comerciales en el Atlántico Sur occidental, sin resignar ambas partes a sus respectivos reclamos de soberanía. La ratificación de estos acuerdos, celebrados en Londres entre el 10 y 12 de junio de 1991, significó un avance de las actividades pesqueras y de explotación petrolífera británicas en el mar territorial argentino.
[3] La historia del reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas quedó marcada en 2016 durante el gobierno de Mauricio Macri por lo que se conoció como el pacto “Foradori-Duncan”. Con el mismo se pretendió flexibilizar la relación bilateral con Gran Bretaña cediendo ante su pedido de remover obstáculos para el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas. Concretamente, el documento realizaba concesiones a los intereses británicos respecto a la explotación de los recursos naturales argentinos en la región. El acuerdo, difundido como un “comunicado conjunto” a los efectos de evitar la obligación constitucional de someter los acuerdos internacionales del Ejecutivo a la aprobación del Congreso Nacional, fue derogado en 2023.
[4]https://www.infobae.com/politica/2024/03/03/malvinas-londres-amplio-unilateralmente-su-control-sobre-el-mar-argentino-y-la-cancilleria-argentina-protesto/
[5] El concepto alude a aquellos países que ejercen soberanía más allá de sus límites terrestres y sus mares interiores extendiéndose a sus mares territoriales, lo que les permite tener jurisdicción y competencias sobre sus costas, lecho y subsuelos marinos para la explotación de recursos, y actividades de control y protección.
[6] ALTIERI, M. (2020). Acerca de la importancia del Atlántico Sur y de Malvinas como enclave geopolítico. Rosario: UNR Editora; GALLEGO COSME, M. J. (2014). Geopolítica del Atlántico Sur: insularidad y proyección del poder. En Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM N° 19, pp. 67-86; KOUTOUDJIAN, A. y MARTIN, J.M.F. (2015). Geopolítica del Atlántico Sur. Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales.
[7] PACHECO DE CAMPOS BROZOSKI, F. (2019). Una visión geopolítica periférica sobre la importancia de las riquezas oceánicas en la disputa global por los recursos naturales estratégicos en América Latina. En Estado & comunes, N° 9, pp. 229-246.
[8] ARNAUD, V. G. (2014). La problemática de Malvinas, el Atlántico Sur y la Antártida. En Archivos del Presente N° 61, pp. 135-146; WINER, S. y MELFI, L. (2020). Malvinas en la geopolítica del Imperialismo. Buenos Aires: Prometeo.
[9] TOKATLIAN, J.G. (2024). La preponderancia militar de Estados Unidos en América Latina. Cenital.Recuperado de https://cenital.com/la-preponderancia-militar-de-estados-unidos-en-america-latina/
[10] ANZELINI, L. (2024). Rattenbach vs Richardson. Policialización de las Fuerzas Armadas a 42 años de Malvinas. El cohete a la luna.Recuperado de: https://www.elcohetealaluna.com/rattenbach-vs-richardson/
[11] TOKATLIAN, J.G. (2020). Malvinas: consenso, calma y creatividad. Buenos Aires: CLACSO, pp. 75-88.